Evangelio viernes 25 de febrero

Viernes 25 de febrero de 2022 | Alejandra Castelblanco

25 de FEBRERO DEL 2022

Evangelio según San Marcos capítulo 10, 1 - 12

Viernes de la Séptima Semana del Tiempo Ordinario

Jesús fue a la región de Judea y al otro lado del Jordán. Se reunió nuevamente la multitud alrededor de él y, como de costumbre, les estuvo enseñando una vez más. Se acercaron algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: "¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?". El les respondió: "¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?".
Ellos dijeron: "Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella".
Entonces Jesús les respondió: "Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer.
Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos no serán sino una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido". Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto.
Él les dijo: "El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella; y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio".

Meditación de Alejandra Castelblanco de Prieto

"...los dos no serán sino una sola carne"

Jesús parece decirnos: El Matrimonio es un sacramento precioso que supone un tú. Los demás Sacramentos son de a uno, pero éste es de a dos. Sin embargo, forman una sola carne. Este Sacramento es la más cercana representación del Amor entre la Santísima Trinidad. Unirse a otro para siempre es una entrega de amor sublime que necesita de la participación del Padre para hacerlo crecer y madurar a tal punto que se convierten en uno solo. Por eso el matrimonio es un sacramento. Dios está tan feliz que otorga los dones necesarios para construir un amor único y sagrado. No pierdan la oportunidad de recibir estos dones.

El amor al prójimo supone salir de uno mismo, y mi prójimo más cercano es mi marido. Él es quien requiere mi primera atención, mi preocupación, mi dedicación. Esto, que parece como obvio, no lo tengo tan presente cuando los hijos demandan, la vida y sus preocupaciones cotidianas me roban el tiempo y me descentran de lo que debiera tener como prioritario. Hoy pondré especial empeño en hacer algún gesto de cariño concreto hacia mi marido.

Querido Señor: gracias por regalarnos este gran Sacramento que, aunque supone de mucha voluntad y renuncia, es un maravillo camino que se recorre con un tú que nos quiere incondicionalmente. Es una muestra visible de cómo nos ama el Padre. Gracias por estar en medio de esta realidad de amor y que impulsas a que se cultive durante toda la vida. No permitas que se destruya y ayúdanos a ser testigos sólidos y convencidos que contigo se puede llegar a ser un matrimonio santo.

AMÉN

 

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