Evangelio viernes 24 de mayo

Viernes 24 de mayo de 2024 | Alejandra Castelblanco

24 de mayo de 2024

Evangelio según San Marcos 10, 1-12

Viernes de la séptima semana del tiempo ordinario

En aquel tiempo, Jesús se marchó a Judea y a Transjordania; otra vez se le fue reuniendo gente por el camino y según su costumbre les enseñaba. Acercándose unos fariseos, le preguntaban para ponerlo a prueba: «¿Le es lícito al hombre repudiar a su mujer?». Él les replico: «Qué os ha mandado Moisés?». Contestaron: «Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla». Jesús les dijo: «Por la dureza de vuestro corazón dejó escrito Moisés este precepto. Pero al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre». En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: «Si uno repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio».

Meditación de Juan Enrique Coeymans Avaria

Que el hombre no separe lo que Dios ha unido.

Pareciera que el Señor Jesús nos dice: "De las frases del Evangelio, esta es una de las más populares y, misteriosamente, es de las que en los últimos tiempos menos se vive. Todas las decisiones en la perspectiva del matrimonio van en la línea de debilitar su existencia. Lo que ustedes no comprenden es que el matrimonio no se sostiene sin la compañía y fuerza de la Trinidad. Sin ella no hay unidad en el matrimonio. Recuerden mis palabras sobre la indisolubilidad del matrimonio, son una de las palabras más serias que dije cuando estaba en la tierra presencialmente.

Tengo claro lo que Jesús pide y afirma, y nunca he dudado que la unión matrimonial se afirma en la compañía de Dios Uno y Trino. La fidelidad matrimonial y la perseverancia surgen siendo sencillos como niños delante del Padre, recibiendo los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía que nos regala Jesús e invocando al Espíritu Santo como pareja. Y anclados en Dios, todo es posible, aun lo que el mundo dice que no es posible. Porque el Señor no nos pide lo imposible, sino lo que se puede conseguir porque Él quiere que seamos felices.

Querido Señor Jesús, te adoro humildemente y me inclino delante de Ti como Dios y Señor de mi vida. Te doy gracias porque todas tus palabras son palabras de vida. Hoy quiero afirmar la fidelidad en roca firme que eres Tú Señor. Bendito seas porque quieres nuestro bien. Hoy elijo recordar que lo que nos enseñas es el comienzo de la felicidad en nuestras vidas. Señor, bendito seas por tu amor y bien que nos deseas desde la Trinidad. Bendito seas porque eres un Dios que nos ama infinitamente a pesar de nuestra pequeñez y miseria personal.

AMÉN

 

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