Evangelio viernes 22 de diciembre
Viernes 22 de diciembre de 2023 | Alejandra Castelblanco22 de diciembre de 2023
Evangelio según San Lucas 1, 46-55
Viernes de la tercera semana de Adviento
En aquel tiempo, dijo María:
"Mi alma glorifica al Señor
y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador,
porque puso sus ojos en la humildad de su esclava.
Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones,
porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede.
Santo es su nombre,
y su misericordia llega de generación en generación
a los que lo temen.
Ha hecho sentir el poder de su brazo:
dispersó a los de corazón altanero,
destronó a los potentados
y exaltó a los humildes.
A los hambrientos los colmó de bienes
y a los ricos los despidió sin nada.
Acordándose de su misericordia,
vino en ayuda de Israel, su siervo,
como lo había prometido a nuestros padres,
a Abraham y a su descendencia,
para siempre''.
Meditación de Alejandra Castelblanco Moreira
"puso sus ojos en la humildad de su esclava."
Parece que Jesús dijera: mi Padre mira desde el cielo a todos sus hijos. Los mira con ternura y los conoce porque es el Padre y Él quería que Yo naciera igual que todos y para eso tenía que tener una mamá. El Padre puso sus ojos en mi madre, ella fue la escogida, la bienaventurada, la llena de gracia, la predilecta. El criterio para escogerla fue su humildad, su entrega como hija confiada en el Padre que no puede sino querer lo mejor para ella. Por eso no duda, ella sabe que su sí, ese acto de entrega, es una prueba de ciega confianza en el Dios que todo lo puede y que la quiere infinitamente. ¿Te sientes querido tú también?
Qué difícil me resulta contestar esta pregunta. Cuando pienso en el amor humano, reconozco los signos cariñosos como muestras de amor, sin embargo, sentirme querida por Dios Padre, es una reflexión que me lleva a separar lo que es ser agradecida o bendecida y reconocer que el amor de Dios es gratuito, no necesita de méritos ni esfuerzos para ganármelo. Ese amor gratuito creo que lo reconozco en la vida, mi propia vida, Él me la dio y no espera nada de mí. Lo más parecido es el amor de madre, y este igual es imperfecto. Nada es más grande que el amor de Dios.
Querido Señor: ¡Qué grande es tu amor! Que inmerecido es para uno que vive pidiendo que pasen cosas según mi querer, que no siempre reconozco tus regalos, que te doy la espalda tantas veces. Quiero reconocer tu amor infinito, quiero saberme hija amada del Padre, confiar ciegamente en tu bondad, reconocer tu poder y transformar mi corazón soberbio en uno humilde como el corazón de tu querida madre, María, que supo llenar su corazón de infinita bondad, transparencia, entrega y humildad hasta en los momentos más difíciles y tristes. Que esta Navidad sepa reconocer tu amor gratuito y pueda seguir el ejemplo de María, tu madre y madre nuestra.
AMÉN