Evangelio sábado 6 de abril

Sábado 6 de abril de 2024 | Gonzalo Manzano

6 de abril de 2024

Evangelio según San Marcos 16, 9-15

Sábado de la octava de Pascua

Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando. Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron. Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando al campo. También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron. Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado. Y les dijo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación».

Meditación de Gonzalo Manzano González.

"Les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón"

Jesús parece decirme: Estas piedras que tienen algunos por corazón no empaña ni disminuye mi alegría por ustedes. Sigo viéndolos con ojos de misericordia. Los amo como no tienen posibilidad de dimensionar, tal como son, con ese corazón de piedra. Pero eso no quita que a veces sea algo más severo, tal como un padre lo es con sus hijos cuando se equivocan. Ablanden su corazón, quítense esa armadura que les impide ser dóciles a la verdad, alegres como niños y sumisos como siervos ante su Señor. Ante Mí, no necesitan hacerse los fuertes, mucho menos intentar "pasar" de Mí. Es una torpeza enorme no recurrir a la ayuda que les ofrezco, pensando que solos pueden.

Cristo resucitó por mí. Cuatro palabras que están llenas de sentido. Él, sin tener ninguna necesidad de someterse a las limitaciones propias del ser humano, quiso liberarnos definitivamente de las ataduras del pecado, para que solo dependiéramos de nosotros mismos para alcanzar la salvación. Claro que es Él quien nos salva, pero solo si nosotros lo amamos a Él y queremos vivir con Él. Su amor es infinito, pero es nuestro corazón soberbio el que se quiere restar de ese amor. Su muerte no nos asegura el Cielo, sino que nos abre las puertas, y somos nosotros quienes debemos querer cruzarlas. Entonces, en nuestra libertad, debemos luchar contra nosotros mismos para lograrlo.

Señor Jesús, ¿cómo es que puedes amarme tanto? Si tantas veces te he dado la espalda, me he rebelado ante Ti, o me he querido alejar de tu lado. ¿Cómo es que sigues creyendo en mí, amándome así? Si yo fuese Tú, y amándome, habría desistido con tristeza de que no te hubiese elegido. Sin embargo, Tú no desistes ni te olvidas de mí, que soy duro de cabeza y con corazón de piedra. Sí, soy un grano de trigo, tritúrame Señor como en un molino, y amásame a tu antojo para ser alimento de muchos. No me interesa mantenerme como grano porque así solo soy pequeño e inútil. Quiero ser como arcilla en tus manos, y que hagas de mi según tu Voluntad.

AMÉN

 

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