Evangelio sábado 30 de marzo

Sábado 30 de marzo de 2024 | Gonzalo Manzano

30 de marzo de 2024

Evangelio según San Marcos 16, 1-8

Sábado Santo

Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras: «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?» Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. Él les dijo: – «No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde lo pusieron. Ahora id a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como os dijo.» Ellas salieron corriendo del sepulcro, porque estaban temblando y fuera de sí. Y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo.

Meditación de Gonzalo Manzano González

"Ellas salieron corriendo del sepulcro, porque estaban temblando"

Jesús parece decirme: He resucitado. Es el sello de la Nueva Alianza, la definitiva con toda la humanidad. Quiero a cada uno de ustedes como si fuera el único, y di mi vida por ustedes. Compré su libertad con mi Sangre, a pesar que entre ustedes y Yo existe una diferencia infinita. Las mujeres que llegaron a ungirme lograron reconocer su pequeñez, salieron corriendo entre miedo y euforia. Para ellas quizás fue más fácil, porque me conocieron personalmente y sus sentidos les mostraron mi Sepulcro vacío. Para ustedes puede ser más complicado, porque solo a través de los ojos y oídos de la fe pueden conocerme así, y creer en mi Resurrección. Ábranse a ella y verán la Verdad.

Cristo ha querido que lo conozca con la profundidad de sus Apóstoles. Se me ha revelado tal cual es por medio de la fe que me han transmitido mis padres, educadores, mis mentores en Schoenstatt, mi esposa y mis niños. He logrado encontrarlo en el silencio del Santuario de su Madre, en la luz del fuego en medio de la noche, en el cielo al amanecer, en la naturaleza exuberante. Y yo no soy nada. Soy incapaz siquiera de salvarme solo, mucho menos salvar a otros. Solo soy un instrumento en sus manos, y es Él quien hace y deshace. Quisiera poder ser útil para Él, y si bien mi ego me insiste en vanagloriarme por salvar a otros, no quiero caer en eso. No soy nada, Él es todo.

Señor Jesús, en este día especial, la conmemoración de tu infinita gloria, la confirmación de tu divinidad ante los hombres, solo quiero alabarte, y rendirte los honores que solo Tú mereces. No soy nada, y tengo miedo siquiera de levantar la vista ante tu omnipotencia. Conoces cada fibra de mi ser, mis oscuridades y mis luces. Sabes bien dónde me aprieta el zapato y por dónde puedo salir adelante. Te entrego todo mi ser, porque no soy digno de nada sin Ti, porque Tú eres el Señor de la Creación, el Salvador del Mundo. Nada puedo sin Ti Señor, y tiemblo ante tu poder igual como las mujeres que quisieron ungir tu cuerpo. ¡Aleluya, mi Señor!

AMÉN

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