Evangelio sábado 30 de diciembre

Sábado 30 de diciembre de 2023 | Gonzalo Manzano

30 de diciembre de 2023

Evangelio según San Lucas capítulo 2, 22. 36-40

Sábado de la Octava de Navidad

Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor. Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con Él.

Meditación de Gonzalo Manzano González

"Había vivido siete años con su marido"

Jesús parece decirme: Ana había compartido mi amor con su marido, con quien estuvo siete años. No es casual que haya sido ese tiempo, sino que se quiso mostrar que fue un matrimonio ejemplar, digno de Dios y devoto en su práctica piadosa. Luego, el Padre llamó a su esposo para que Ana se preparara para su encuentro conmigo, en mi purificación. Es que Yo vine al mundo a cambiar corazones, a prepararlos para recibir al Espíritu Santo, y así, ella pudo reconocerme como su Salvador y a dar testimonio de su vivencia. Tú, que has tenido una mayor educación en el conocimiento de mi mensaje, no puedes ser y hacer menos. Te espero en tu corazón.

Haber conocido al Niño que trajo consigo el cumplimiento de todas las Escrituras, de la Promesa de Dios de salvar a su Pueblo elegido, debe haber sido todo un acontecimiento en la vida de Ana, y de todos aquellos que lo vieron y/o escucharon con su corazón puro. Para mí, que nací tantos años después, el solo imaginarlo me alienta el alma. Cristo ha nacido de nuevo en el corazón de cada persona que quiera recibirlo. Esa recepción debe ser tal cual como el pesebre de Belén: pequeño, sencillo y cargado de cariño, para acoger al Rey de Reyes, y así transforme nuestra vida por completo. Nosotros no merecemos esta enorme bendición, ni siquiera Ana, en su santidad.

Señor Jesús, has intervenido en la historia porque quisiste recuperarnos para el Padre. Nosotros nos hemos pasado la vida negándote esa victoria, y Tú pacientemente has esperado que escarmentemos y reconozcamos que solo existimos para agradarte y hacerte feliz, rindiéndonos a tus pies. Y, así y todo, con nuestras bajezas, continúas regalando tu amor incondicional, que recibimos solo si nosotros lo queremos, porque Tú ya lo has ofrecido desde la Cruz. Ya purificado, Señor, has querido regalarle a Ana una vida de mortificaciones y así prepararla para su encuentro contigo. Prepárame a mí también, Señor, porque solo soy piedra dura.

AMÉN

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