Evangelio martes 9 de enero
Martes 9 de enero de 2024 | Juan Enrique Coeymans9 de enero de 2024
Evangelio según San Marcos capítulo 1, 21-28
Martes de la primera semana del Tiempo Ordinario
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad. Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: «¿ Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.» Jesús lo increpó: «Cállate y sal de él.» El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: «¿ Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.» Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.
Meditación de Juan Francisco Bravo Collado
Siento a Jesús diciéndome: "Te incomoda decir lo que piensas. Te resulta más fácil callar y guardarte tu opinión. Pero hoy te pido que tú también enseñes como si tuvieras autoridad. Porque sí tienes autoridad. Di lo que crees que debes decir y no te inventes mordazas. Y, al mismo tiempo, si tienes miedo, si te sientes inseguro, si te avergüenzas... explora ahí dentro, en esa pena, esa vergüenza, esa culpa. Porque es precisamente ahí donde tienes que encontrar lo que debes mirar, lo que debes aprender y donde encontrarás la fuente de tu autoridad."
Cuando leo este texto me siento invitado a hacer como Jesús y enseñar con autoridad. Pero mi mente no lo soporta: hace cortocircuito. Algo en mí busca desesperadamente alguna forma de retrucar este mensaje para que diga algo como: "autoridad, pero con cuidado." Porque me he convencido a mí mismo que no debería enseñar nada, y menos hacerlo con autoridad. Me tragué el cuento de que la autoridad es mala, despótica, egoísta y abusiva. Y, por otro lado, veo que hay algo en mí que me avergüenza y me inseguriza tanto, que no quiero exponerme ante mis hermanos.
Jesús, gracias por venir a enseñarme con autoridad. Gracias porque en esta meditación has profundizado muy dentro de mi corazón, de mis penas y de mis aspiraciones. Quiero regalarte mi candidez y mis ganas de servir contigo. Quiero pedirte que me des serenidad y valor para profundizar en aquellas áreas mías que me aterran, y que se manifiestan en el mundo exterior como cosas que rechazo. Muéstrame cómo reconocerlas y acogerlas en mí para reconocerlas y acogerlas ante mi prójimo.
AMÉN