Evangelio martes 29 de noviembre
Martes 29 de noviembre de 2022 | Juan Enrique Coeymans29 DE NOVIEMBRE DEL 2022
Evangelio según San Lucas capítulo 10, 21 - 24
Martes de la Primera Semana de Adviento
En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar".
Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: "¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven! ¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!".
Meditación de Juan Enrique Coeymans Avaria
"¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven!
Pareciera que el Señor Jesús nos dice: en este texto del evangelio, hice una revelación del misterio de la Trinidad. La revelación que hago, no es para aclarar completamente ese misterio, tarea que es imposible, sino para en un primer acercamiento, contemplar la Trinidad como una vorágine de amor infinito, que les escapa . Ahí caben las sorpresas que Uds. encuentran ante el actuar mío, que muchas veces no entienden y que solo tienen un atisbo de comprensión, cuando caen en la cuenta que el amor que les tengo es infinito.
Con los años voy teniendo, no una comprensión, pero sí una concentración de mis afectos en la Trinidad. Las tres personas divinas me importan, con las tres personas divinas trato de comunicarme a pesar de mi pequeñez y miseria, y cada persona divina me introduce a aspectos diferentes del misterio de Dios. Con el Padre trato de tener una relación de hijo, con Jesús es mi maestro y con el Espíritu Santo es sentir la fuerza y el amor de Dios como un océano.
Señor Jesús, te adoro a Ti junto al Padre y al Espíritu Santo, que han sido un regalo tan grande. Te pido Señor Jesús, que no me abandones nunca, aunque lo único que merecería es que me despreciaras. Pero tu sangre derramada en la Cruz fue por mí, para que en las tentaciones que uno experimenta, invoque a las tres personas divinas. Señor, abre mi corazón hacia una reciedumbre cada día más fuerte, siendo leal con sencillez a Ti, mi Redentor y Salvador.
AMÉN