Evangelio martes 19 de abril

Martes 19 de abril de 2022 | Juan Francisco Bravo

19 DE ABRIL DEL 2022

Evangelio según San Juan capítulo 20, 11 – 18

Martes de la Octava de Pascua

María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: "Mujer, ¿por qué lloras?". María respondió: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto". Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. Jesús le preguntó: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?". Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo". Jesús le dijo: "¡María!". Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: "¡Raboní!", es decir "¡Maestro!". Jesús le dijo: "No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: 'Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes'".
María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.

Meditación de Juan Enrique Coeymans Avaria

"Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?"

Jesús nos quiere decir: Uds. muchas veces sienten que yo los abandono, que me he ido, y lloran y sufren tratando de buscarme. Pero yo estoy al lado suyo. Siempre. A mí me encuentran en el Pan consagrado, silencioso y escondido en el Sagrario, me hallan en la Palabra y también en la oración sencilla y recogida en su pieza sin que nadie los vea, y, cosa admirable, en el rostro sufriente de las personas con las cuales se encuentren. Ahí estoy yo, y podrán amarme. Basta que quieran encontrarme y ahí estaré yo esperándolos.

Yo también a veces soy Magdalena, no solo por lo pecador, sino por la angustia que siento cuando el Señor se me escapa. Pero cuando me entre la desazón, debo recordar su presencia de tantas formas a mi lado y permanentemente. Está en mi mujer, mis hijos y nietos, mis amigos, mis alumnos y colegas. Ahí está El con sus necesidades de amor, de servicio, de acogimiento y de contención. Al Señor no puedo llorarlo, porque desde su Resurrección, está aún más cerca de nosotros que cuando vivía en Israel.

Mi Señor y mi Dios, mi Jesús querido, gracias por tu presencia múltiple. Gracias por estar siempre a mi lado, a mi alcance. Te adoro y quiero amarte y servirte en los que has puesto a mi lado. Señor, que no me queje de tus silencios porque me estás siempre hablando y pidiendo. Duélame más bien, los oídos sordos que hago frente al dolor de tantos. Regálame la gracia de ser como tu madre: humilde siervo de Dios, que hace la voluntad del Padre sirviéndote y amándote en los demás.

AMÉN

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