Evangelio martes 12 de septiembre

Martes 12 de septiembre de 2023 | Juan Enrique Coeymans

12 de septiembre del 2023

Evangelio según San Lucas capítulo 6, 12 - 19.

Martes de la décimo tercera semana del Tiempo Ordinario

Jesús se retiró a una montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles: Simón, a quien puso el sobrenombre de Pedro, Andrés, su hermano Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago hijo de Alfeo, Simón llamado el Zelote, Judas hijo de Santiago, y Judas Iscariote, que fue el traidor. Al bajar con ellos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, para escucharlo y hacerse curar de sus enfermedades. Los que estaban atormentados por espíritus impuros quedaban curados; y toda la gente quería tocarlo, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos.

Meditación de Juan Enrique Coeymans Avaria

"Jesús se retiró a una montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios".

Pareciera que el Señor Jesús nos dice: A ustedes mis discípulos queridos les cuesta orar. Tienen claro la importancia de la oración, han aprendido rezos, han sido enseñados como orar, como meditar, pero eso no significa que le den tiempo a la oración. Para orar hay que recogerse, que significa tomarse en serio a uno mismo, y por eso tomarme en serio a Mí. Dense tiempo, rodéense de silencio, y no me digan nada más que un humilde "Señor mío y Dios mío te quiero y quiero quererte".
Siempre me pregunto: por qué mi espíritu de oración es tan superficial y pobre. Y no tengo respuestas claras a esa interrogante, la razón es simple: no tengo la constancia de un orar en silencio, y cuando quedo en silencio en vez de adorar al Señor, de decirle al Padre: Padre mío lleno de misericordia y al Espíritu Santo decirle que no me abandone nunca, me distraigo y transformo la oración en una letanía interminable de peticiones como si esa fuera la única oración.
Querido Señor Jesús, bendito y alabado seas, regálame la gracia de aprender a entrar en el silencio de la montaña como Tú, mi Señor, y en la cumbre física o espiritual, no pensar qué te voy a decir, sino solo implorar el Espíritu Santo y callar. Señor, no tengo que pedirte nada más la gracia de estar juntos y decirte que llenes mi corazón de amor a Ti en el misterio de la Trinidad, y amor a María tu Madre y mi Madre y aliada, y a todos los santos amigos, como regalos de tu misericordia.

AMÉN

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