Evangelio lunes 18 de marzo

Lunes 18 de marzo de 2024 | Bernardita Marín Paul

18 de marzo de 2024

Evangelio según San Juan 8, 1-11

Quinto lunes de Cuaresma

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?». Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?». Ella contestó: «Ninguno, Señor». Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».

Meditación Bernardita Marín Paúl

«Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».

Creo que Jesús me quiere decir: "Declaro mi sentencia, el que esté sin pecado, que tire la primera piedra. ¿Cuándo te hice jueza y partidora? ¿o te di la potestad de administrar justicia? Te digo que mi justicia está por sobre todo mal y pecado porque es la justicia del amor. Que no juzga, no apunta con el dedo, sino que abre paso al único camino de verdad, misericordia y conversión, que es nueva vida en Dios."

El Señor, derriba toda actitud de hipocresía, de superioridad o doblez. La justicia del amor, que está por sobre todo lo humano y su pecado. Me llama a una nueva vida, en que debo reconocer mi pecado y hacerme humilde. Dios, con su amor que se sobrepone a mis faltas y las convierte en una nueva oportunidad de conversión, no me juzga y me llama a mirarme con verdad y humildad.

Señor agradezco que, frente a mi miseria, vengas Tú y me perdones y me des la oportunidad de una nueva vida. Te pido saber imitar tu comportamiento misericordioso y no juzgar nunca. Aparta de mí la tentación de sentirme como una autoridad para juzgar y decir qué está bien o mal. Que comprenda y mire sin juzgar, que tu misericordia llene mi corazón. Que así sea.

AMÉN

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