Evangelio jueves 18 de enero
Jueves 18 de enero de 2024 | Osvaldo Andrés Iturriaga18 de enero de 2024
Santa María Faustina de Kowalska
Evangelio según San Marcos 3, 7-12
Segundo jueves del Tiempo Ordinario
Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, y lo siguió mucha gente de Galilea. Al enterarse de lo que hacía, también fue a su encuentro una gran multitud de Judea, de Jerusalén, de Idumea, de la Transjordania y de la región de Tiro y Sidón. Entonces mandó a sus discípulos que le prepararan una barca, para que la muchedumbre no lo apretujara. Porque, como sanaba a muchos todos los que padecían algún mal se arrojaban sobre Él para tocarlo. Y los espíritus impuros, apenas lo veían, se tiraban a sus pies, gritando: "¡Tú eres el Hijo de Dios!" Pero Jesús les ordenaba terminantemente que no lo pusieran de manifiesto.
Meditación de Sebastián Castaño Fueyo
"Porque, como sanaba a muchos todos los que padecían algún mal se arrojaban sobre Él para tocarlo".
Jesús parece decirnos: he venido para enseñarle al mundo el verdadero amor que viene de mi Padre. Estoy atento y me dejo tocar por aquellos que tienen sed del amor de Dios. Los milagros que realizo, los hago por amor y por compasión por aquellos que con fe y arrojo me buscan para encontrar verdadera sanación y alivio. No he venido a solucionar problemas del mundo, porque una sanación física de poco vale si no va verdaderamente acompañada de una conversión profunda en el corazón.
Jesús nos espera fiel y pacientemente para sanarnos. ¿Cuál sería el motivo que me llevaría a querer arrojarme a sus pies para tocar a Jesús? Tal vez no tenga un solo gran motivo o dolor, sino más bien, creo que en lo simple y cotidiano del día a día, Jesús me ofrece su compañía y quiere que le comparta mi vida, que lo involucre en lo que hago, para así ir transformándome en mejor persona. Jesús espera que tengamos sed de Cristo, y Él nos promete responder a nuestro llamado.
Querido Señor, sé que tu Reino no es de este mundo, y allá quisiera llegar definitivamente. Quisiera tener esa fe y arrojo, como aquellos hombres que te seguían desde muy lejos, para buscar que seas Tú quien me transforme día a día, sin olvidar tu presencia. Ayúdame Señor a ofrecerme más a Ti, sin cautela o condiciones, tal como lo hizo María que se dejó conquistar por tu Santo espíritu. Quiero llevarte con humildad para ser digo instrumento tuyo.
AMÉN