Evangelio domingo 3 de abril

Sábado 2 de abril de 2022 | Juan Enrique Coeymans

3 de ABRIL DEL 2022

Evangelio según San Juan capítulo 8, 1 - 11

Domingo Quinto del Tiempo de Cuaresma

Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles. Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?". Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían, se enderezó y les dijo: "El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra". E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo. Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?". Ella le respondió: "Nadie, Señor". "Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante".

Meditación de Juan Enrique Coeymans Avaria

"Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante".

Pareciera que Jesús nos dice: La misericordia del Padre es infinita. Eso les cuesta mucho entenderlo a Uds. porque entre los hombres rige más la Ley del Talión del ojo por ojo, pero en el Reino no es así. Al no enredarme en la condena de la mujer, no es que yo hubiera considerado como bueno lo que ella hizo. No, estaba mal, pero la misericordia ante los pecados es para aprender a no caer. Yo le digo que no la condeno, pero le agrego algo que Uds. olvidan y es muy decisivo: "no peques más en adelante.

Lo que me pasa en algunas ocasiones ante mis propias caídas, las grandes y la pequeñas, es doble: a veces me lleno de escrúpulos y conciencia dolorosa de mi pequeñez, olvidando el amor del Padre por mí y por todos los seres humanos, y otras veces me pongo tan confiado de la misericordia de Dios que no decido con fuerza el nunca más pecar, sino que en cierta medida, abuso de la misericordia de Dios. Por eso mi tarea es reforzar la conciencia del amor del Padre, pero tomando en serio el no peques más en adelante.

Mi querido Señor Jesús, me inclino ante Ti y te adoro. Te agradezco de todo corazón por el amor de la Trinidad; del Padre, el Tuyo y el del Espíritu Santo, y te pido la gracia de tomar en serio tus palabras y tus gestos. Esta escena de la mujer adúltera, es de las más reveladoras de las escenas del evangelio: Misericordia y comprensión, pero también darse cuenta que lo que está mal no es para repetirlo, sino haciendo un esfuerzo por superar la pequeñez como gratitud ante la misericordia del Padre.

AMÉN

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