Un carisma marcadamente mariano
El carisma kentenijiano es, sin duda alguna, un carisma marcadamente mariano. El marianismo de Schoenstatt no es algo lateral, sino central. Todo en Schoenstatt está referido a María y en María a Cristo Jesús.
P. Rafael Fernández
El carisma kentenijiano es, sin duda alguna, un carisma marcadamente mariano. El marianismo de Schoenstatt no es algo lateral, sino central. Todo en Schoenstatt está referido a María y en María a Cristo Jesús.
El P. Kentenich no invoca para ello una devoción personal sino, en primer lugar, la voluntad de tomar en serio el plan de Dios y de sacar de ello las consecuencias respecto a la espiritualidad y la pedagogía de la fe. María ocupa en la redención un lugar único como Nueva Eva junto al Nuevo Adán y, por ello, es inmaculada y madre de la Iglesia.
Por otra parte, en concordancia con lo anterior, el fundador de Schoenstatt, auscultando los signos del tiempo, descubre una clara voluntad del Dios que conduce la historia: Dios desea destacar la persona y la función de la Virgen María, como respuesta a los desafíos que plantea la nueva cultura a la Iglesia. Los grandes problemas de nuestra época se centran en el hombre; son problemas de orden antropológico, por eso Dios quiere hacer brillar en el horizonte del tiempo a María, la "Gran Señal" a través de la cual él da respuesta a esos desafíos.
Podemos distinguir en el carisma mariano del P. Kentenich tres dimensiones: éste entrega a la Iglesia, primero, una imagen renovada de María, segundo, una nueva espiritualidad y pedagogía marianas y, tercero, una nueva fuente de gracias: el santuario mariano de Schoenstatt.
Una nueva imagen de María: el P. Kentenich ve a la Virgen María profundamente enraizada en el misterio de Cristo Redentor, como su compañera y colaboradora permanente en toda la Obra de la Redención. La bi-unidad de la Virgen con Cristo Jesús constituye la naturaleza más propia e íntima de María. Dios siempre la pensó en unión a Cristo: por eso ella es la Inmaculada; por eso su virginidad y plenitud de gracias; por eso está junto a la cruz como corredentora y proclamada
madre nuestra; por eso es asunta en los cielos como reina y medianera de todas las gracias. Por su íntima y fiel unión al Señor ella es la antagonista del demonio.
Una nueva espiritualidad mariana: el P. Kentenich vive y convoca a sellar con María una alianza de amor, que es recíproca y que se expresa en un perfecto intercambio de corazones, de bienes e intereses con ella. Esa alianza de amor nos lleva a ser instrumentos de María, que se comprometen a trabajar apostólicamente en la construcción del reino de Dios aquí en la tierra. Es una alianza, por último, que se expresa en una auténtica santidad mariana de la vida diaria.
Una nueva pedagogía y pastoral marianas: el P. Kentenich vivió y proclamó a María como la gran Educadora del hombre nuevo y la nueva comunidad. El cultivo de un vínculo profundo de amor afectivo y efectivo a ella es capaz de revitalizar y dinamizar eficazmente la pedagogía de la fe y la evangelización de la cultura. El principio que guía la pedagogía mariana del P. Kentenich es éste: "por la vinculación (es decir, por el vínculo de amor filial a María), hacia la conquista de una actitud y un estilo de vida y de trabajo marianos".
• Por último, Dios quiso regalar a la Iglesia, por medio del P. Kentenich, el santuario de Schoenstatt como lugar de gracias para la renovación del mundo en Cristo en el contexto del extraordinario cambio de época que vive la humanidad actual. En su santuario de Schoenstatt la Virgen nos
regala las gracias del arraigo en Dios Padre, de la transformación en Cristo Jesús y del envío y fecundidad apostólica en el Espíritu Santo.