La creación de una nueva comunidad formada por hombres nuevos.
P. Rafael Fernández
Schoenstatt quiere forjar una nueva comunidad basada en hombres nuevos, que sea fermento de un nuevo orden cristiano de la sociedad, una comunidad fraterna, libre y solidaria, animada por la fuerza del amor y del espíritu apostólico universal. ( > 20; 21; 24-27)
Definición del "hombre nuevo"
Sobre la base del concepto de hombre nuevo cristiano (cf 1Cor) el P. Kentenich, mirando al tiempo actual, define al hombre nuevo, al cual Schoenstatt aspira, del siguiente modo:
"El hombre nuevo es la personalidad autónoma, de una gran interioridad, con una voluntad y disposición permanente a autodecidir, responsable ante su propia conciencia e interiormente libre, que se aleja tanto de una rígida esclavitud a las formas como de una arbitrariedad que no conoce normas."
En esta definición el P. Kentenich acentúa especialmente la libertad y con ella la capacidad de decidir. Esto como contrapartida del hombre sin yo, despersonalizado y atomizado interiormente que hoy abunda por todas partes.
En otras definiciones del hombre nuevo destaca otro aspecto esencial, diciendo: es el hombre profundamente filial, capaz de establecer vínculos personales y personalizantes con Dios, con las personas, con las cosas y el trabajo.
Esta definición apunta a la necesidad de superar el hombre actual, herido y enfermo en su capacidad de dar y recibir amor.
La "nueva comunidad"
Por el bautismo formamos un solo cuerpo en Cristo Jesús. El ideal de la nueva comunidad busca vivir profundamente esa realidad en el contexto de un mundo que ha destruido los vínculos interpersonales, que sólo conoce el estar el uno al lado del otro, yuxtapuesto al otro, o, incluso, el uno contra el otro; donde las personas se unen sólo por el interés o la necesidad.
La esencia de la nueva comunidad consiste en que las personas que la conforman viven la una en, con y para la otra; en que el lazo del amor que las une les lleva a sentirse profunda y solidariamente responsables la una de la otra. Es la comunidad animada por el vínculo del amor que el Espíritu Santo infunde en nuestros corazones, que vence tanto el colectivismo masificante como el individualismo atomizante.