¿Somos canto de esperanza o una triste voz de desaliento?- Por Lucía Zamora
Miércoles 27 de enero de 2021 | Lucía Zamora ValeroEstamos en este mundo para cumplir una misión, una encomienda que se va descubriendo al caminar por la vida. Y sea cual sea el encargo de Dios, siempre tendrá que llevar un canto de esperanza para los demás.
Hace unos días tuve la oportunidad de ver la película “1917” (muy recomendable), sobre la primera Guerra Mundial, y mi reflexión se detiene en una hermosa escena: En un bosque, se encuentra un joven capellán de guerra, cantando una bella canción ante un grupo de muchachos, los cuales muestran un rostro de cansancio y desesperanza. Es un episodio que nos revela de alguna manera, la vulnerabilidad del ser humano ante una guerra. Una vulnerabilidad que ahora estamos experimentando ante la crisis mundial que nos ha traído la pandemia. Nos encontramos desalentados al saber que nuestros amigos y parientes han enfermado, y en algunos casos han muerto. También existe la angustia de no saber qué va a pasar con nuestros jóvenes y con nuestros niños al no estar en contacto físico con sus amigos. En fin, ante esta escena de desolación, tenemos dos opciones: cantarle o llorarle a la vida.
Estamos viviendo tiempos donde el espíritu ha dejado de manifestar sus dones, el miedo nos está dominando, y siendo así, es muy fácil que nos quejemos una y otra vez, que tengamos la habilidad de alarmar a los demás o que nos victimicemos. Podemos ser personas tóxicas, si, personas que enferman la mente, el cuerpo y el alma de cualquier ser humano; y no solo eso, podríamos generar discordia entre los demás, polarizando opiniones sobre los acontecimientos mundiales. Estamos ante una situación ya de por sí de desaliento como para que la sigamos alimentando. Los medios de comunicación y las redes sociales han hecho un buen papel en este sentido. Han sabido trasmitir la miseria humana tan bien, que todos podemos caer en la tentación de ser portavoz de tremendas situaciones, y dejar de ser canto de esperanza, para pasar a ser una triste voz de desaliento.
Tenemos que detener esto, necesitamos cantarle a la vida y regresarle el ánimo. Debemos fortalecer el espíritu, y sólo lo lograremos si estamos en contacto con Dios. Su presencia nos dará la paz y la sabiduría, para poder continuar en la batalla, y ser un canto de fe para los demás.
En la película, alguien se pone de pie y comienza a cantar. No es cualquier joven, es un capellán, alguien que reconoce, que sólo la presencia del Señor puede reanimar el alma. Bastó una melodía, que sin duda llegó del Espíritu Santo, para que estos jóvenes se abandonaran en sus manos y continuar en la lucha. Así como el capellán, todos debemos de buscar la manera de realizar la misión que se nos ha confiado: en el trabajo, con nuestra familia y amigos, en la calle o en el lugar donde nos encontremos. Debemos buscar a Dios constantemente para descubrir lo que quiere de nosotros. Él se encargará de darnos el valor para ponernos de pie y entonar una hermosa melodía. No dejemos de buscarlo, Él alimentará nuestros sueños, nuestras pasiones y nuestros pensamientos para poder salir a la guerra todos los días.
La pandemia no ha terminado, el virus sigue entre nosotros. Nuestros planes están sujetos a él, y nuestras ilusiones parecen apagarse una y otra vez. Sin embargo, en medio de este singular episodio de la humanidad, habrá alguien que se ponga de pie para cantarle a la vida. Alguien que reconoce a Dios en medio de la tristeza y la desesperación, para regalarse a través de sus palabras, de sus oraciones, de su escucha, de una sonrisa etc. Puede ser cualquiera de nosotros, tal vez no tengamos la oportunidad de llegar a tantas personas como quisiéramos, pero si pudiéramos ser luz tan solo para una, le habremos ganado una batalla al virus, porque sanar el alma también puede sanar el cuerpo.
El mundo necesita de nosotros para reconfortarlo en medio de esta crisis de esperanza, basta voluntad para encontrar el momento y obsequiar a los demás el amor de Dios. No dejemos que el egoísmo invada nuestro corazón, existen muchas maneras para alegrar la vida de alguien más. Somos manos y voz de Cristo, ponernos de pie y reanimar el corazón del otro a través de nuestro canto cotidiano, debe de ser nuestra misión.
Todos podemos elegir… ¿Somos canto de esperanza o una triste voz de desaliento?
Por Lucía Zamora Valero, México.