El dolor también es un regalo

En la vida suelen llegar cosas lindas que pueden traer consigo dificultades...

Miércoles 13 de febrero de 2019 | Lucía Zamora V.

Los regalos no siempre tienen que ser algo lindo, en ocasiones los descubrimos al pasar de los años y a través del sufrimiento. Es difícil de entender, pues generalmente cuando hablamos de un obsequio pensamos en algo agradable a los sentidos: un encuentro inesperado, alguna situación afortunada ó un objeto muy deseado. Nunca tenemos en mente que el dolor puede ser también un presente.
Conocí la historia de una pareja que contrajo matrimonio siendo apenas unos adolescentes, (de 17 y 18 años) ahora ya tienen 33 años de casados, y cuentan con alegría lo que sucedió cuando el joven esposo lo primero que compró para su hogar fue un enorme cuadro con un lindo paisaje. Teniendo muy poco dinero y solo una cama individual para dormir, la respuesta de la pequeña señora ante el regalo no fue lo que él esperaba, pues tuvo un costo bastante caro. Lo fueron pagando poco a poco y por mucho tiempo, y la situación no estaba para decorar la casa, sino para equiparla de lo más indispensable (estufa, lavadora, comedor etc.). En fin, ahora después de tantos años, aún siguen conservando ese hermoso lienzo que les recuerda todos los días, el esfuerzo que hicieron para pagarlo, quedando en ocasiones sin dinero para comer por salir de la deuda.
Este cuadro en un inicio no fue un presente que llevo alegría a la casa, al contrario, trajo consigo discusiones y rechazo; tal vez hirió sentimientos, sin embargo, el amor lo había llevado y ese mismo amor lo sigue conservando. Se sufrió, se discutió y se perdonó, pero también se adhirió al corazón de ambos. Ahora, ese obsequio tiene un gran significado para la familia. Al mirarlo, solo les recuerda de que manera el orgullo, el miedo y el egoísmo se fueron apagando. Conservarlo tuvo su costo, pero lo que se ganó, solo Dios y ellos, sabrán lo que vale.
En este caso, la angustia llegó pintada como un paisaje. Al paso de los años, fueron tomando la sabiduría que Dios hasta la fecha, les ha concedido para poder mantenerse juntos a pesar de las dificultades. El tiempo fue quitando basuritas que permitieron apreciar en la pintura lo más importante... su querer estar siempre juntos.
En la vida suelen llegar cosas lindas que pueden traer consigo dificultades, las cuales van sacando poco a poco la tristeza del alma, o bendiciones envueltas en alguna pena. El dolor es algo que no podemos entender tan fácilmente, porque hay situaciones que no están al alcance de la razón, y que pueden dañar terriblemente a una persona, tal es el caso de la pérdida de un hijo o una enfermedad incurable ¿Cómo explicarle a una madre que el sufrimiento es un regalo, cuándo asesinan a su hijo, o cuándo muere de cáncer siendo aún un niño?... ¡imposible! ¿Cuántas situaciones conocemos tan lamentables que pueden vaciar el alma de una persona, y que nos llevan a cuestionar a Dios?... ¡muchas! ¡Es un obsequio difícil de abrir! sin embargo, hay quienes encuentran a Dios envuelto entre tanto papel.
La tristeza nos despoja de todo, nos deja vulnerables, con la dignidad pendiente de un hilo y sin entender nada...¿En dónde está el obsequio?... ¡está ahí!...en el no tener nada, en el mirar lo que no se podía mirar, en el tocar lo que nunca se hubiera podido tocar, en el aceptar, en el perdonar, en descubrir de lo que somos capaces de hacer ante la angustia y la desesperación. El dolor libera la esencia de Dios que hay en cada persona, dejando al alcance de los demás la humildad para dejarse consolar, algo que en otras situaciones sería imposible experimentar.
El sufrimiento nos va diciendo de que estamos hechos. Es el detonador que abre las puertas del alma y del corazón para dejar escapar nuestra pequeñez, permitiendo la entrada a la grandeza de Dios y recibir sin predisposiciones el amor de los demás.
El dolor se paga centavo a centavo, pero sigue siendo la obra maestra que nos va quitando todo lo que nos sobra para poder sentir desde lo más profundo del corazón el consuelo de Dios; el cual nos ayudará a no quedarnos en él, sino más bien, nos llevará a transformarlo en misericordia para entregarlo a aquellos que sufren. ¡Ahí está el regalo! en la transformación del corazón, esa transformación que nos permite mirar y sentir el gran amor de Dios.

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