Clausura del año Paulino

Con la reciente fiesta de los apóstoles San Pedro y San Pablo, el Papa Benedicto XVI clausuró el año paulino. ¿Quién era Saulo de Tarso? ¿Un apóstol o un teólogo que colaboró activamente de manera que...

| Padre Patricio Moore Padre Patricio Moore
Con la reciente fiesta de los apóstoles San Pedro y San Pablo, el Papa Benedicto XVI clausuró el año paulino. ¿Quién era Saulo de Tarso? ¿Un apóstol o un teólogo que colaboró activamente de manera que el cristianismo fuera una religión universal y no una secta judía y que la convirtió, superando las agobiantes normas farisaicas, en la religión de la libertad? ¿Un estratega genial que misionó la cuenca del mediterráneo? Hay una dimensión de la personalidad de San Pablo que ha sido poco destacada, su capacidad pedagógica. Por eso mismo era simultáneamente un hombre fuerte y sensible, que llevaba, como él lo afirma casi poéticamente, un "tesoro en vasijas de barro" (2Co 4,7). Su biografía y mensaje se entretejen maravillosamente conformando un bello mosaico. Su pasión por Cristo nos conmueve y nos invita a seguirlo "ya no vivo yo, sino que Cristo viven en mí" (Gal 2,20). Un buen pedagogo cristiano es aquel que no sólo desarrolla una teoría, sino que un camino para vivir la fe en Cristo. Su principio pedagógico esencial lo resume así: "Tened entre vosotros los mismos sentimientos de Cristo" (Filp 2,5). Su enseñanza, no es en primer lugar, una serie de normas a cumplir ni un compendio de moral, sino que nos invita a tener los mismos sentimientos de Cristo. Por lo tanto su camino para vivir la fe consiste en el ejercicio de desentrañar los sentimientos de Cristo. Tarea apasionante y compleja. La aventura espiritual de todo cristiano pasa por descubrir los sentimientos de Cristo para vivirlos en el mundo en que nos toca actuar. Además, como buen educador San Pablo conjugaba magistralmente la ternura con la firmeza. En la Carta a los Gálatas aparece con claridad la firmeza: "Ahora bien, las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, ira, ambición, divisiones, disensiones, rivalidades, borracheras, comilonas y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios" (Gal 2,19-21). Con vigor de educador, que no reprime sino que previene, indica el camino del bien. En la comunidad de Corinto aparece la ternura: "¿Qué preferís, que vaya a vosotros con palo o con amor y espíritu de mansedumbre?" (1Co 4,21). Así habla el auténtico pedagogo que no desconoce ni le teme al castigo hecho con amor, pero que sabe que sólo éste educa verdaderamente: "El amor es, por lo tanto, la ley en su plenitud" (Rom 13,10). Con ternura y firmeza San Pablo nos invita a apropiarnos de los mismos sentimientos de Cristo. Esto implica también conocer nuestras debilidades y talentos, ese tesoro en vasijas de barro, para ir por el buen camino, donde la norma suprema y excelsa es siempre el amor. El gran teólogo y estratega de la Iglesia naciente fue además el gran pedagogo que nos enseña, vale decir, da señales, para seguir el auténtico camino de Cristo.
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